La tarde era grisácea. El cielo envolvía la ciudad, las farolas con luces de neón se iban despertando de su letargo. El tren estaba a punto de partir. Los pensamientos se acumulaban, todo fue como lo habíamos planeado, habían sido días llenos de amor y de pasión, realizamos tantas cosas juntos, tu, te empeñaste en enseñarme todos los secretos de esa vieja ciudad.
Me sentía inmensamente atraída por los inmensos bosques con árboles grandiosos y señoriales, el olor a tierra mojada, las exquisitas orquídeas, y el lago inmenso que me hacía soñar, nos sentíamos tan realizados, que queríamos consumir todos los instantes. El día amaneció triste, llegaba la hora de la partida. Y allí estábamos, el uno frente al otro, sintiendo todo el peso de la nostalgia. Nos mirábamos y no alcanzábamos a pronunciar palabras. Nunca pensamos que la separación fuese tan dolorosa, el tren con su monotonía hacía más angustiosa esa separación que ya era inminente. Parada en la escalera sin atreverme a subir, las lágrimas resbalaban por mi rostro y solamente alcancé a decir hasta pronto. A través de los cristales vi como tu figura iba desvaneciéndose, y todo fue oscuridad, un dolor profundo atenazando mi garganta, la tristeza fue apoderándose de mí.
Con el ruido del tren me fui quedando dormida, y te sentí tan cerca, abrazándome, percibí tu aroma, que embriagaba mis sentidos, escuché tu voz acariciadora, en mi oído y supe que nuestros lazos eran indestructibles y no habría distancia que nos separara.
Pastora Herdugo
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Momentos tristes y nostálgicos encierran éste bello relato. Te felicito mami, es precioso.
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