La remisión de la noche se extiende mucho más del infinito, una tenue luz se asoma envuelta en jirones de nieblas que navega invisible por fronteras entre lo irreal y lo existente.
Sentada en la orilla del mar, voy visualizando recuerdos que llegan despacio y cadenciosos, son imágenes de aquellos días de mi niñez donde todo era felicidad.
De pronto observo a un hombre que se aproxima con una túnica blanca, pero no lo reconozco hasta que está a pocos pasos de mí, observo esa sonrisa tan tuya, esos ojos tan bondadosos; me levanto y te abrazo, no quiero que se terminen esos instantes…nos sentamos y escucho tú voz, tan nítida Papá-. Mi princesa de luz, mi niña querida-. Mis lagrimas resbalan por mis mejillas, y tú me las enjugas - Mi niña no llores más por nadie vive tu vida que es tuya- Papá porque te fuiste, sabes que me he encontrado muy sola- siempre estoy contigo mi princesa. Te levantas y muy despacio desapareces.
Mis emociones se recomponen, y me despojo de todas las indumentarias y me voy sumergiendo en el agua salada, siento como mi sangre se revitaliza en aquellas horas indecisas, se barren todas mis inquietudes como hojarascas secas. El mar y tu me habéis dado la Paz.
Pastora Herdugo
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